Apuntes breves de los inicios de la imprenta en Valladolid. Su historia es tan interesante como desconocida. Este libro-lámpara desplegable cuenta pinceladas sobre su origen.

Cuento 3 curiosidades sobre el origen de la imprenta en Valladolid, en un libro-lámpara desplegable que se transforma en un cubo y se ilumina desde la base. Jugando así con la doble imagen que da la luz. Un «baile» entre luz y oscuridad que utilizo en las postales encendidas.

Al poderse plegar y convertir en libro es muy sencillo de guardar.

tres curiosidades

La primera imprenta

La primera imprenta en Valladolid se estableció en el Monasterio de Nuestra Señora del Prado alrededor de 1481 a cargo de los monjes de la Orden de San Jerónimo.

La producción estaba destinada a la impresión de las bulas de cruzada y de indulgencia. Estas bulas eran documentos que vendían perdón y ventajas espirituales por un precio módico a la población.

Con la venta de bulas se financiaban guerras y otros menesteres de reyes y religiosos. Emitir estos documentos oficiales era un privilegio de impresión que, los Reyes Católicos, con el permiso del Papa Sixto IV, concedieron al Monasterio, y que sucesivos monarcas renovaron durante siglos. Esta primera imprenta dejó de funcionar en 1835.

Primera imagen: Isabel La Católica, de fondo una prensa de impresión y los monjes jerónimos entre hojas de papel.

Segunda imagen: Representa una de tantas batallas con las que se financiaban los ingresos de las Bulas de la Santa Cruzada, entre otras cosas.

Maestro impresor

La floreciente actividad impresora del Monasterio atrajo a Valladolid a los primeros tipógrafos impresores que montaron sus propios talleres en la ciudad, aunque en aquella época temprana estos impresores tenían una vida nómada, viajaban de una ciudad a otra en busca de nuevos encargos.

En sus viajes se llevaban consigo sus preciados tipos móviles ya que fabricarlos era un trabajo de artesanía que requería una gran habilidad al alcance de muy pocos orfebres, curiosamente algunos también se convirtieron en tipógrafos impresores.

Difundir la palabra escrita era un gran poder y tenían que tener cuidado con los encargos que aceptaban ya que podían acusarles de herejía.

Primera imagen: El maestro impresor carga con una «V» gigante, es una representación  aumentada de un tipo móvil, las letras en relieve hechas de plomo que se usaban para componer los textos). Guardaban con celo sus alfabetos para la impresión si los tenían, si no les tocaba arrendarlos. El personaje lleva un «Ag» en el sombrero, que alude a los plateros, artesanos capaces de fabricar los tipos móviles si tenían gran destreza. Algunos plateros acabaron trabajando como maestros impresores.

Segunda imagen: Representa al mismo maestro viajando de ciudad en ciudad en busca de nuevos encargos.

El Papel de La Esgueva

La demanda de papel se incrementaba con el desarrollo de la imprenta.

Los monjes jerónimos poseían dos molinos de papel en Valladolid, uno de ellos se lo adquirieron al impresor Gerónimo Murillo a finales del s. XVII, en el ramal Sur de la Esgueva, en el barrio de San Juan, cerca de la iglesia. Aunque no tenía suficiente caudal y el molino no podía trabajar todo el año. Una pequeña plantilla de especialistas y aprendices, trabajaban allí para fabricar papel a partir de trapos para la impresión de las bulas.

Primera imagen: Un caz de La Esgueva, un pequeño brazo de un río femenino, entra en el molino papelero y vuelve a salir.

Segunda imagen: Muestra una breve viñeta de la actividad del molino, con el laborante empleando la forma para elaborar la hoja de papel en la tina, y el trapero llegando con más trapos y ropa vieja que servían para elaborar la pasta del papel de trapos.

Esta obra estuvo expuesta en la Escuela de Arte de Valladolid, dentro de las actividades del CreaVA19.